LA SANTA MISA DOMINICAL.


1° DE DICIEMBRE 2024.
I DOMINGO DE ADVIENTO, COMIENZO DEL AÑO LITÚRGICO.

I clase, morado
Se omite el Gloria. Credo. Prefacio del Adviento o, en su defecto, de la Santísima Trinidad.

CONSIDERACIONES LITURGICAS Y DOCTRINALES.

En este primer día y Domingo del Año Eclesiástico y primera evocación, podría decirse de la Creación, la Iglesia nos pone en contacto con el último día del mundo y de las cosas. Antes de llevarnos al Pesebre de Belén, nos lleva al tribunal del Juicio Final, para encarecernos de antemano, con el pensamiento de la cuenta, la correspondencia de la gracia soberana de la Redención, que ese Niño Divino, cuya silueta se dibuja ya en lontananza, viene a realizar. 
Es una fuerte sacudida que la Iglesia da a nuestra conciencia de cristianos, para despertarnos, o del letargo del pecado, si desgraciadamente estuviésemos sumidos en él, o de la modorra de la indiferencia y de la tibieza espiritual. 
Es decirnos: 
"Si no estás limpio para presentarte ante el Divino Juez, tampoco lo estás para salir al encuentro de tu Salvador, que es tu mismo y único Dios y Señor: "despójate, por tanto, de las obras de las tinieblas y revístete de las armas de la Luz".
La Liturgia del Adviento se abre con un grito de llamada: 
¡Ven! Es el grito de los Profetas de Israel al Mesías Redentor, cuya venida esperan con ansiedad.
Dios no se hace el sordo a la voz de su pueblo. 
Cumpliendo la promesa de Salvación que hizo a nuestros Primeros Padres a raíz de su caída, envía a su Hijo al mundo. 
Y la aplicación a todas las generaciones humanas de la Redención, que nos ha adquirido con su Pasión el Hijo de Dios hecho hombre, continúa hasta el fin de los tiempos; no se terminará sino con la consumación del mundo, cuando vuelva el Mesías para coronar su obra y trasladarnos a su Reino. 
Así, pues, la historia de la Iglesia se sitúa entre estos dos grandes acontecimientos.
En la Misa del Domingo se evoca toda esta obra de la Redención, desde su preparación en la esperanza de Israel y su resonancia en nuestra vida presente (Epístola) hasta su última consumación (Evangelio). 
Al prepararnos para celebrar en Navidad el Nacimiento del que ha venido a rescatar nuestras almas del pecado y hacerlas semejantes a la suya, invoca la Iglesia sobre nosotros y sobre todos los hombres la plena realización de la Misión Salvadora que Cristo ha venido a cumplir en la tierra.
La Iglesia ha querido iniciar el Año Litúrgico con la Estación en la augusta Basílica de Santa María la Mayor, en donde se guarda la Cuna del Redentor del mundo. 
No podía, en verdad, escoger lugar más propio para celebrar el suspirado Advenimiento de Jesucristo. 
La venida de Cristo, según nos indica la Liturgia de esta Primera Domínica, es doble. 
El primero, humilde para redimirnos; el segundo, glorioso para juzgarnos. Y aún, si bien lo consideramos, es triple el Advenimiento de Cristo; uno cercano, en Belén; otro actual, a nuestros corazones, y en el futuro en el último día de los tiempos. 
Este último día, esta venida de Cristo, es también doble; pues hay también un último día de nuestra vida en que se hará nuestro juicio particular y se llama en lenguaje bíblico: 
Adviento del Señor; y hay otro día último del mundo, en el que se verificará el Juicio Universal; este día es el Adviento del Señor en su más elevado sentido. 
La Colecta de la Santa misa nos presenta a Cristo como Salvador del mundo. 
”¡Señor, haced ostentación de vuestro poder, y venid!”. 
La Epístola nos recuerda que Cristo viene como Salvador a nuestros corazones: 
“Revestíos de Nuestro Señor Jesucristo. ¡Estamos más cerca de nuestra salud!. 
Finalmente el Evangelio nos le describe como Juez y Salvador; al fin de mundo:” 
Al ver que comienzan a suceder estas cosas, abrid los ojos y alzad la cabeza, porque vuestra Redención se acerca”.
El sentimiento dominante de la Liturgia en este Primer Domingo de Adviento es de temor al juez, y, por efecto de él, de recurso al Salvador.
Este pensamiento tiene toda la Liturgia y se muestra con especial belleza en la Misa. 
Levantemos los ojos al Salvador (Introito).
 Miremos a nuestro propio corazón (Epístola). 
Miremos al Juez, que ha de venir (Evangelio). 
Si no levantamos los ojos al Redentor, y no los fijamos en nuestro propio corazón habremos de ver un día el Rostro terrible del Juez Divino.

TEXTOS DE LA SANTA MISA.

INTROITO:
Salmo 24, 1-4.

A Ti Señor, levanto mi alma; Dios mío, en ti confío; no sea avergonzado, ni se burlen de mí mis enemigos; pues cuantos en ti esperan, no quedarán confundidos. 
V/. Muéstrame, Señor, tus caminos, y enséñame tus sendas. 
V/. Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

No se dice el Gloria.

COLECTA:

Oremos.
Despierta, Señor, tu potencia y ven; para que con tu protección merezcamos ser libres de los peligros que nos amenazan por nuestros pecados, y ser salvos con tu Gracia. Tú que vives y reinas con Dios Padre, en unidad del Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. 
R/. Amén.

EPÍSTOLA:
Romanos 13, 11-14.

LECTURA DE LA CARTA DEL APOSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS.

"Hermanos: Hora es ya de despertar. Ahora está más cerca nuestra salud que cuando empezamos a creer. Ha pasado la noche y llega el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos de las armas de la luz. Caminemos, como de día, honestamente: no en glotonerías y embriagueces, ni en sensualidades y disoluciones, ni en pendencias y envidias; antes bien, revestíos de nuestro Señor Jesucristo".
(Deo Gratias).

GRADUAL:
Salmo 24, 3-4.

Cuantos en Ti esperan no quedarán confundidos, Señor. 
V/. Muéstrame, Señor, tus caminos, y enséñame tus sendas.

ALELUYA:
Salmo 84, 8.

Aleluya. Aleluya, aleluya. 
V/. Muéstranos, Señor, tu Miseri­cordia y danos tu Salvador.

EVANGELIO:
Lucas 21, 25-33.

LECTURA DEL SANTO + EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS.

Gloria Tibi Domine.

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. 
Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran Poder y Gloria. 
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». 
Y les dijo una parábola:
 «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: 
cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el Reino de Dios. 
En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. 
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán".
(Laus Tibi Christe).

CREDO:

OFERTORIO:
Salmo 24, 1-3.

A Ti levanto mi alma; Dios mío, en Ti confío; no sea avergonzado, ni se burlen de mi mis enemigos; pues ninguno de los que en Ti esperan, quedará confundido.

SECRETA:

Oremos 
Que estos Sagrados Misterios, a nosotros, purificados por Poderosa Virtud, nos hagan llegar más puros, Señor, a Ti, que eres su principio.
Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la Unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

PREFACIO DE ADVIENTO:

V/. El Señor sea con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacía el Señor.
V/. Demos gracias al Señor Nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.

Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable, que te demos gracias en todo tiempo y lugar, Señor Santo, Padre Todopoderoso y Eterno Dios, por Jesucristo Nuestro Señor; él es, Dios Misericordioso y Fiel, el Salvador que habías prometido al género humano perdido por el pecado, para que la Verdad instruyese a los ignorantes, la Santidad justificara a los impíos, la Fortaleza ayudase a los débiles. Mientras está cerca aquel a quién tú nos envías, -ya viene-, y el día de nuestra liberación ya brilla, llenos de confianza en tus promesas, nos llenamos de piadosos gozos.
Y por eso, con los Ángeles y los Arcángeles, con los Tronos y las Dominaciones, y con toda la Milicia del Ejército Celestial, entonamos a tu Gloria un himno, diciendo sin cesar:

Santo, Santo, Santo (etc.)

COMUNIÓN:
Salmo 84, 13.

EL Señor nos colmará de su benignidad, y nuestra tierra dará su fruto.

POSCOMUNIÓN:

Oremos 
Recibamos, Señor, tu Misericordia en medio de tu Templo, para que preparemos con los debidos honores la Solemnidad venidera de Nuestra Redención. 
Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la Unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

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