LITURGIA: Reflexión para el Sábado de Sexagesima.


SABADO DE SEXÁGESIMA.

LOS PECADOS DEL MUNDO ACTUAL. 

Cuando recapacitamos sobre los grandes sucesos que se destacan en la primera edad del mundo, nos parece incomprensible la malicia humana que osó desplegar velas ante los ojos de Dios. 

Meditabamos hace unos días sobre estás preguntas:

¿Cómo pudo olvidarse el hombre tan pronto la voz del Señor en el Paraíso? Cómo el espectáculo de la penitencia de Adán, ¿no movió a sus hijos a humillarse ante Dios y caminar tras sus huellas? 
Cómo la promesa de un Mediador que habría de abrirles las Puertas del Paraíso, ¿no despertó en sus corazones el deseo de participar en la regeneración que traía a los hombres? 

Con todos los siglos que transcurrieron a la muerte de Adán fueron siglos de crimen y escándalo, y ya es sabido que él mismo presintió a ojos vistas cómo uno de sus primeros hijos fue fratricida del otro. ¿Habremos pues de maravillarnos tanto de la perversidad de los primeros hombres?

Después que durante millones de años ha derramado Dios sobre la tierra, a manos llenas, sus beneficios, ¿son por ventura, los hombres de corazón menos duro, menos ingrato, menos rebelde? 
El duro escarmiento del Paraíso, el castigo del diluvio, ¿qué son para los hombres, que se dignan dar Fe a tales episodios? 
Un recuerdo que no llega a estampar en sus corazones el vivo sentimiento de la Justicia de Dios.

Más afortunados que sus abuelos, saben ya que no tiene el Cielo Mesías que enviar, que Dios ha bajado, que se hizo Hombre, que ha quebrado el cetro de Satanás, que el camino del Cielo es ya fácil, gracias a los auxilios depositados por el Mediador en los Sacramentos, y no obstante reina el pecado y triunfa en medio del Cristianismo; es verdad que el número de los Justos es hoy mayor que en los días de Noé, pero ¿qué tesoros de Gracias ha derramado el Salvador sobre nuestra raza degenerada por Ministerio de la Iglesia su Esposa? 
Seguramente se encuentran Cristianos Fieles en la tierra, el número de los elegidos se va de día en día completando; la muchedumbre empero, vive en desgracia con Dios y observa una conducta en contradicción con su Fe.

Así que, al recordarnos la Santa Madre Iglesia aquellos tiempos en que:

"toda carne había corrompido su camino". 

Nos espolea a pensar seriamente en nuestra conversión, haciéndonos el recuento de las malvadas obras de los primeros hombres, nos advierte que nos preocupemos de nosotros mismos y nos juzguemos. 

Haciendo resonar a nuestros oídos el siniestro fragor de las cataratas del firmamento que se abren y anegan la tierra y sus habitantes, nos invita a no mofarnos de un Dios, cuya cólera pudo emplear medios tan terroríficos para vengarse de una rebelde creatura. 

La semana anterior pudimos aquilatar la gravedad de las consecuencias del pecado de Adán, pero que no siéndonos personal, nos alcanza sin embargo tan cruelmente su efecto. 

Esta semana que concluye debemos reconocer y llorar amargamente nuestros propios, nuestros actuales pecados. 

Henchidos de favores Divinos, alumbrados de Luz Divina, rescatados en la Sangre de Dios Nuestro Redentor, fortalecidos contra todos los obstáculos por su Gracia, hemos, no obstante, corrompido también nuestros caminos, e inducido al Señor a arrepentirse de habernos creado. 
Confesemos nuestra maldad y humildes reconozcamos que: "Exclusivamente debemos a su pura Misericordia, no haber sido aniquilados".
(Lamento de Jeremías, III, 22.).

Fuente: El año Litúrgico – 
Dom Prospero Gueranger.

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