LITURGIA: Reflexión para el Viernes de Sexagesima.
VIERNES DE SEXÁGESIMA
CASTIGO DEL PECADO.
Hemos pecado, hemos abusado de la vida, ¡oh Justo Dios! y al leer los diversos castigos de tu cólera sobre los pecadores de los primitivos tiempos, comprendemos qu merecemos ser tratados como ellos.
Tenemos el honor, la dicha de ser Cristianos e hijos de tu Iglesia; la Luz de la Fe, el impulso de tu Gracia nos atrajeron a Ti, ¿pero debemos, por eso, olvidar nuestro antiguo estado? ¿Estamos tan afianzados en el bien que podamos prometerte fidelidad hasta el fin?
¡Oh, Señor, traspasad nuestras almas con los dardos de tu temor!
Duro es nuestro corazón, menester es tiemble ante Ti, porque de otro modo está todavía en peligro de traicionarte.
El espectáculo del mundo inundado, la extinción del linaje humano bajo las olas nos espantan y muestran que tu Paciencia y Longanimidad pueden agotarse y dar lugar a castigos despiadados.
Eres Justo, Señor, y nadie, ninguno de nosotros, tiene derecho de extrañarse ni quejarse.
Y a esa tu Justicia desafiamos, esa tu Venganza provocamos; porque si empeñaste tu Palabra de no anegar en adelante en un diluvio la raza de los pecadores, sabemos que has encendido en tu cólera un fuego que eternamente devore a cuantos salgan de este mundo sin reconciliarse contigo.
Oh dignidad de nuestra débil naturaleza.
El que de la nada nos sacó, no quiere ver en nosotros más que amigos o enemigos.
Y así convenía que fuese.
Creados inteligentes y libres, el bien y el mal se nos ofrendan delante; menester es elijamos, no podemos permanecer indecisos.
Si aceptamos el bien, Dios se vuelve Amoroso hacia nosotros; si obramos el mal, rompemos con El que es el Bien Soberano.
Mas, como su Misericordia es infinita para con la débil creatura sacada por puro Amor de la nada y quiere con sincera voluntad la Salvación de todos, espera pacientemente la vuelta del pecador y le atrae a Sí de mil maneras.
Pero, ¡ay del que se resiste a la llamada Divina cuando es la última! Llega entonces la hora de la Justicia, y el Apóstol nos advierte que es cosa horrible caer entre las manos del Dios vivo (Heb., X, 31).
Sepamos, pues, huir de la cólera que se nos acerca (S. Mat., III, 7), y apresurémonos a hacer las paces con el Dueño irritado por nuestros pecados.
Si ya estamos en Gracia con El, vivamos en su temor, hasta que, habiendo arraigado su Amor profundamente en nuestro corazón, merezcamos correr en la vía de los Mandamientos Divinos (Ps. CXVIII).
Fuente: El año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger.
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